La vinculación de la obesidad con la aparición o la mortalidad por cáncer ha dejado hace tiempo de ser una teoría o una hipótesis para convertirse en una evidencia científica. De forma casi unánime, los grandes estudios epidemiológicos han coincidido en que la obesidad tiene un riesgo oncológico. Así lo entendió ya hace más de quince años la Agencia Internacional para la Investigación en el Cáncer (IARC), que en su informe de 2002 ya concluye que «existe evidencia suficiente para establecer el control del peso como medio para la prevención del cáncer de colon, cáncer de mama (posmenopáusicas), cáncer de endometrio, cáncer de riñón y adenocarcinoma de esófago». Incluso cuantifica el posible efecto de esta prevención al establecer que «globalmente la inactividad física y el exceso de peso son responsables del 25 al 30% de todos los cánceres de: colon, mama, endometrio, riñón y esófago».
Actualmente, la prevención de la obesidad se incluye como una de las medidas a adoptar en la lucha contra el riesgo de cáncer de mama, cáncer de colon, endometrio, vejiga urinaria, riñón, esófago, hígado y páncreas. Las diversas teorías fisiopatológicas que se han postulado para explicar esta asociación van desde simples causas mecánicas o dietéticas hasta genéticas o inmunológicas, pasando por el papel que puedan desempeñar factores hormonales o productos de secreción del adipocito. Además, la obesidad puede tener un papel en el pronóstico de ciertos cánceres, por lo que la repercusión final de la obesidad en la mortalidad por cáncer puede llegar, en ciertas poblaciones, hasta el 20%. Por tanto, entendiendo la obesidad como un agente cancerígeno más, su prevención debe incluirse entre las medidas a adoptar en la lucha contra el cáncer.
Según el estudio del IARC Working Group, los cánceres que más incrementan su riesgo debido al incremento de grasa corporal son:
- cáncer de mama, su riesgo aumenta entre un 20-40% en mujeres postmenopáusicas obesas
- cáncer de ovarios, el riesgo aumenta ligeramente, especialmente en mujeres obesas que además no han tomado la terapia hormonal durante la menopausia
- cáncer de endometrio, el riesgo aumenta entre 2 y 4 veces más en las mujeres con sobrepeso y obesidad y el el caso de obesidad mórbida hasta 7 veces más que en mujeres con normopeso
- adenocarcinoma de esófago, el riesgo es dos veces mayor en sobrepeso y obesidad y cuatro veces en el caso de obesidad mórbida
- cáncer gástrico del cardias, su riesgo aumenta el doble en obesidad
- cáncer de hígado, el riesgo es el doble en personas con obesidad
- cáncer de riñón, su riesgo aumenta el doble en personas obesas
- mieloma múltiple, se ha detectado un ligero aumento en personas con sobrepeso y obesidad, con un 10 y 20 % respectivamente
- meningioma, su riesgo aumenta un 50% en personas obesas y un 20% en personas con sobrepeso
- cáncer de páncreas, su riesgo aumenta un 1,5 veces en personas con sobrepeso u obesidad
- cáncer colo-rectal, el riesgo aumenta un 30% en personas obesas
- cáncer de tiroides, aumenta el riesgo en un 10% en personas obesas
Estos datos indican que la obesidad es un riesgo a tener muy en cuenta en la prevención del cáncer. Por otra parte, las cifras que pronostica la OMS no son nada alentadoras, alertando que, de seguir la tendencia actual, para el año 2030 el 70% de los españoles tendrán sobrepeso y el 30% obesidad. Está en manos de la sociedad tomar conciencia y adoptar una cultura de la prevención que podría evitar, según la OMS, entre el 30% y el 50% del total de los cánceres detectados. Es aquí donde entra en juego la importancia de la nutrición y la dietética en esta labor de prevención de la obesidad. Los alimentos que ingerimos se descomponen en principios básicos que influyen en complejas funciones metabólicas en nuestro organismo. Es fundamental aprender a comer, sabiendo qué necesita nuestro cuerpo y en qué cantidad, así como detectar lo que puede ser nocivo para nuestra salud.